En Dubái, la señora Bienvenida Ayub era muy dada a recibir cosas que sus amigas viajeras le dejaban. La gama de objetos podía incluir alfombras, sillas, lámparas, cuadros y mekanes. Su esposo, Ahmed, apenas los toleraba. —Te acepto todo, excepto el mekán— le dijo una(...)
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