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Essaouira, ciudad portuaria de Marruecos y cuya medina es Patrimonio de la Humanidad desde 2001, me recibió durante dos días y se encargó de confirmar lo que muchos dicen sobre ella: que es bella, tranquila y mística. Caminé por su zona antigua de la mano de una de mis mejores amigas e instantáneamente nos enamoramos de sus esquinas coloridas, la sonrisa de sus habitantes y la mezcla de culturas que se presenta gracias a la visita de turistas de todas partes del mundo.

Pero acá va lo prometido: las cinco cosas que, a mí parecer, no puedes dejar de hacer al visitar este puerto marroquí.

Sentarse a descansar en la Muralla

Después de caminar tranquilamente bajo la sombra de sus murallas, las mismas que sirvieron de escenario para Astapor, la ciudad roja de la serie «Juego de Tronos», es buena idea subir a estas paredes y hacer el paseo del parapeto: desde donde se pueden ver las Islas Púrpuras, halcones, gaviotas y gaviotines sobre la reserva natural. En la distancia, los deportistas aventurados no se cansan de la calidad del viento y los niños juegan en los diferentes espacios entre la arena y las rocas.

Entrar a alguna galería de arte

Esta ciudad costera siempre ha atraído a artistas locales y de todo el mundo por su vibra y vitalidad. Probablemente, encontrarás – como nosotras – una galería de arte en cada cuadra, y podrás ingresar a comprar o simplemente a admirar las bellezas expuestas en sus paredes, jardines y diferentes espacios. Porque no hablamos solo de pintura sino también de piezas talladas en madera de tuya, un árbol muy famoso que crece en cercanías; de joyas de plata, conocidas por su calidad y finura; de instrumentos musicales de cuerda como el laúd o el gumbri; babuchas y bolsos de rafia, a veces combinados con cuero, gorros de lana y lámparas de piel tintadas, los cuales forman parte de la artesanía más autóctona de Essaouira.

Pasear un rato por el puerto

Los marineros cobran vida en el puerto de Essaouira, no muy lejos de la Medina. Aquí se pueden degustar el pescado y los mariscos capturados durante el día y se puede observar un poco la vida de los hombres que llevan años trabajando en el mar. Este lugar tiene su propio bastión que la protege, además de las muchas barcas que lo pueblan, todas ellas azules y con nombres que invitan a imaginar historias.

Ver el atardecer en la playa

La playa, extensa, de fina arena y frecuentada tanto por familias como amantes del surf, es el lugar perfecto para terminar el día y disfrutar la puesta del sol. Los vientos fuertes y constantes y su bahía protegida de las olas del Atlántico han hecho de Essaouira un paraíso para los aficionados al windsurf y kitesurf. A quienes no nos gustan esos deportes, la playa se presta también para que paseemos en dromedarios por las dunas, navegar en un barco turístico alrededor de las islas Púrpuras, o simplemente sentarnos a sentir la arena con nuestros pies descalzos y disfrutar de la vista.

Disfrutar la Medina

Vale la pena resaltar que en la medina de Essaouira no hay vehículos motorizados: todo es transportado en carretas tiradas por burros. La blancura de las paredes y el azul de las ventanas y las puertas son perfecto escenario para fotografías. Sus calles rectas y cruces perpendiculares, hacen que sea fácil orientarse por la ciudad e incluso, si te pierdes por uno de sus numerosos callejones, será fácil volver a una de las arterias principales.

A pesar de no tener grandes monumentos de interés, es una ciudad que transmite vida y amor a través de su gente sencilla y amable con los visitantes, la tranquilidad, su cálida luz, el color, el continuo graznido de las gaviotas, el olor marinero, el aire que se respira… Probablemente, todo esto, unido al bonito decorado natural de la ciudad, hacen que todos los que la visiten se enamoren de ella. Mi amiga y yo salimos de allí fascinadas y con ganas de volver a este puerto marroquí, donde lo dulce de la vida y lo salado del agua se complementan.

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