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Por: Jorge Iván Cárdenas

Aunque es poco patrocinado conmemorar un aniversario de relaciones diplomáticas, Colombia como el aliado en la región más fiel a los Estados Unidos celebra los 200 años de relaciones bilaterales este año. Básicamente desde la independencia de Colombia se han tenido relaciones diplomáticas con Estados Unidos, que para ese entonces no consideraba su doctrina del ‘Destino Manifiesto’ representación del progreso y base del sueño americano.

Como bien se sabe, la hegemonía de Estados Unidos floreció a partir de la Segunda Guerra Mundial, no obstante Colombia ya acogía una mirada hacia el norte, RespicePolum, desde 1914, profundizada en la política de relaciones exteriores del conservador Marco Fidel Suárez. La Guerra fría y la cortina de hierro afianzaron las diferencias y el poderío de occidente frente a oriente y legitimó varias acciones en la región latinoamericana por parte de Estados Unidos, lo que generó fuertes interacciones en el continente.

Las relaciones se han basado en asuntos como la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y la diplomacia bipartidista, así como fuertes relaciones comerciales en virtud del libre mercado; también a favor de la democracia. Colombia, por ejemplo, envío un batallón y un buque a la Guerra de Corea dando un aporte a Occidente dentro de estos episodios en contra de la Unión Soviética y la China con afinidades comunistas. Así mismo, en la región se cooperó con Estados Unidos en acciones contra el narcotráfico y la estabilidad del Caribe.

Desde entonces Colombia se convirtió en un pivote de poder estratégico. La amenaza de las guerrillas que surgían en la región impulsadas por Cuba y el reconcomiendo de la cuenca de Caribe como terreno estratégico para el envío de droga hacía el norte, convulsionó las relaciones en Centro América. En consecuencia, Reagan catalogó al narcotráfico como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos, mientras en el escenario local el asesinato de Rodrigo Lara llevó al presidente conservador Belisario Betancur a aprobar la extradición.

Las relaciones encontraron su punto más crítico entre 1994 y 1998 con el proceso 8.000, lo cual contrarió las amenazas comunes de narcotráfico y terrorismo. El “compás de espera” lo puso Estados Unidos frente a los esfuerzos diplomáticos de Andrés Pastrana en Washington, sobre todo vigilando el proceso de paz con las FARC en San Vicente del Caguán. Con Luis Alberto Moreno en D.C., la solicitud estuvo alrededor de concretar redención económica y cooperación para las zonas más afectadas por el conflicto.

El nacimiento del Plan Colombia también fortaleció a las Fuerzas Militares con transferencia de conocimiento y tecnología en la guerra contra las drogas y el terrorismo. Este último tomó más relevancia luego de los atentados del 11 de septiembre, dado que se priorizó por el Departamento de Estado con el fin de contener al enemigo en constante huida. Las capacidades militares se fortalecieron con una estrecha relación con el Comando Sur y estrategias CSL (Cooperative Security Locations).

Mientras la guerrilla pasó a tácticas militares que buscaban la toma de posiciones, como la Toma a Mitú, ciudad capital, el Estado fortaleció la transferencia de capacidades militares con la ayuda de Estados Unidos. En resultado pasó a una guerra de contrainsurgencia con estrategias locales de “clear, hold and build” en las zonas rojas. La creación de la Fuerza de Tarea Conjunta Omega y el soporte tecnológico y de telecomunicaciones por Estados Unidos también fueron importantes para esta lucha contra el terrorismo.

Éxitos como la Operación Fénix se deben a esta cooperación. Estados Unidos recibió conocimiento y lecciones aprendidas para enfrentar sus asuntos en Medio Oriente, dado que la búsqueda de terroristas en Afganistán e Irak se complicaba por dispersión de pequeñas células de criminales, algo similar a las tácticas de las guerrillas. Por último, las relaciones han surtido pequeños baches ocasionados por el nacionalismo y el cuestionamiento del orden internacional que serán tareas a analizar en el futuro.

 

Twitter:  Jorge Iván Cárdenas

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