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Tengo algunos recuerdos de Bogotá antes de que existiera Transmilenio. Colectivos pequeños en los que la gente tenía que agachar la cabeza para encajar (y que luego me encontraría de nuevo en La Paz y en Lima), buses tradicionales con esos letreros famosos y tan vintage que le decían a uno los barrios por los que pasaría, carriles repletos -como ahora- y una ciudad más verde porque entre el carril de ida y el carril de vuelta existían árboles y no troncales. Bogotá era otra cosa y luego cambió. O mejor, Bogotá era una y ahora tiene otra: Transmilenio, la ciudad perdida.

Quien escuche la descripción del sistema masivo de transporte de Bogotá bien podría pensar que se trata de otra ciudad latinoamericana. Transmilenio cuenta con 3.500 accesos, 1.114,4kms de vía en operación, formalmente emplea a más de 33.000 personas, a miles más de manera informal y diariamente a esta ciudad perdida la componen más de dos millones quinientas mil personas. ¡Más gente de la que vive en Cali! ¡El doble de habitantes que tiene Barranquilla!

Digamos además que Transmilenio tiene la diversidad de una ciudad cosmopolita. Allí he visto europeos en bermudas, charrúas tocando el bandoneón, africanos que bailan alguna de sus danzas tradicionales y colombianos de todas las ciudades y características posibles. Habré escuchado diálogos en quién sabe cuántos idiomas y en sus vagones he comprado esferos, manillas, dulces, medias y hasta un kit para hacer mate argentino que todavía uso con regularidad. Claro, los buses van tan llenos porque transportan al planeta entero.

Pero como esta ciudad perdida está en Latinoamérica es, como casi todas, peligrosa. Según la Secretaría de Seguridad de Bogotá en este año 2022 ha incrementado en Transmilenio el hurto a personas en casi 73%, por nombrar nada más un delito. Quien habite con regularidad el sistema masivo de transporte de la ciudad habrá sido una de esas víctimas o habrá visto a alguien serlo. Cosquilleos, hurtos, raponazos, atracos e incluso homicidios componen las lamentables cifras de una ciudad no ciudad que está perdida en sí misma y su complejidad.

Imagen: El Tiempo

Y como esta ciudad perdida está en Latinoamérica es, como todas, machista y violenta con las mujeres. Únicamente en la primera semana de noviembre, o mejor, en tres días de la primera semana de noviembre el país conoció 6 casos de abuso sexual en Transmilenio; escalofriante. Tres mujeres sufrieron acoso y tocamientos en buses llenos, dos fueron abusadas sexualmente adentro de buses vacíos mientras las amenazaban con armas blancas y una, además menor de edad, fue abusada en una estación de Transmilenio sin que nadie hiciera nada. Poco tiene que ver si los buses están llenos o vacíos. Mucho -todo- tiene que ver con ser mujer.

Habitamos con algo de miedo el sistema de transporte masivo de Bogotá que más parece una ciudad perdida. Aquella frase de “a grandes problemas, grandes soluciones”, que alguna persona dijo cualquier día, pagó únicamente la mitad del pasaje y las soluciones se quedaron por fuera. La cosa es todavía peor si le preguntamos a las mujeres. Transmilenio no mejorará mientras exista como un negocio que busca evitar las pérdidas económicas antes que garantizar la dignidad de sus usuarios y sin que medie una profunda reflexión ciudadana sobre lo público. De otra forma la ciudad seguirá perdida.

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