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La dictadura argentina se escuchó en todos los rincones del continente, pero su ruido no venía de los fusiles o de las botas militares que coordinadas marchaban por la Avenida 9 de Julio buscando comunistas peligrosos. La dictadura se hizo estruendo en los lamentos de las madres de la Plaza de Mayo, en el silencio abrumador de los funerales para los cuerpos ausentes y en el grito desesperado de miles de estudiantes que veían cómo les arrebataban el futuro. La dictadura terminó el 10 de diciembre de 1983 y desde entonces fue todavía más escandalosa. Algo similar está sucediendo en Colombia y la película “Argentina, 1985” nos muestra parte del camino.

No pasa nada ni usted no la ha visto. No hay spoiler si se trata de la historia oficial de una patria hermana, supongo. La película muestra el proceso contra las Juntas Militares que consiguió la condena en un juicio civil de cinco de los militares más importantes de la dictadura por múltiples violaciones de DDHH. Los “todopoderosos” de la Argentina llevados a la cárcel por un grupo de abogados jóvenes que en tiempo récord construyeron una nueva narrativa de sociedad en donde los malos por fin eran los malos. Como diría uno de los muros de una comuna parisina en el mayo del 68 francés: “seamos realistas, pidamos lo imposible”.

Y la justicia siempre pareció imposible para nosotros. Las dictaduras que nos persiguieron, los conflictos armados que nos definen ante el mundo y los relatos paralelos que cuentan nuestra historia como continente siempre nos llevaron a conformarnos con un poco menos de lo justo. En la Argentina fue el escritor Ernesto Sábato quien lideró en 1983 la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) que le entregó al país más de 50.000 páginas y 7.000 archivos sobre delitos cometidos por las fuerzas militares argentinas en el marco de la dictadura. En Colombia, 35 años después se instaló la Comisión de la Verdad que en el año 2022 entregó el Informe Final con más de 27.000 testimonios y 14.000 entrevistas sobre lo sucedido en el conflicto armado. Ambos países entendieron, aunque en tiempos distintos, que la verdad es una herramienta indispensable para pensar un futuro más justo y por eso mismo, diferente.

La película del director Santiago Miltre deja ver a los fiscales encargados del caso, Julio Cesar Strassera y Luis Moreno Ocampo, como dos abogados con personalidades opuestas y con maneras diferentes de entender y abordar una situación histórica. El primero es un funcionario correcto, pero conservador en sus formas, mientras el segundo tiene los arrebatos normales de la juventud y por eso mismo es más arriesgado en cada decisión que toma, como por ejemplo la de asignarle tareas importantes de investigación a estudiantes o recién egresados cuyo interés principal es, todavía, la patria. Virginia Woolf dijo que hay historias que cada generación debe escribir de nuevo y en la actitud del fiscal Moreno Ocampo estaba el ímpetu de toda una juventud dispuesta a ser protagonista, por fin, del futuro colectivo. Redefinir el pasado cuando éste nos excluyó para beneficiar a unos pocos. No votar por los mismos de siempre para castigar su soberbia y políticas anti-jóvenes como pasó este año en Colombia.

Imagen: Argentina, 1985 (2022)

En uno de los diálogos más memorables de la película el fiscal Moreno Ocampo le dice a Strassera que el juicio también había que ganarlo en la calle. ¡Qué momento para quienes creemos que la disputa cultural antecede a las victorias políticas! La decisión de los jueces sería legítima únicamente si el pueblo argentino entendía la magnitud de las injusticias cometidas y si quienes en el pasado apoyaron a los militares ahora cuestionaban sus acciones. Se trata, en palabras de Ernesto Laclau, de darle “sentido universal” a una serie de hechos. Cuando la Argentina entiende que torturar ciudadanos es inaceptable, independientemente de quién sea el perpetuador, el país cambia. Cuando en Colombia fuimos capaces de rechazar los falsos positivos y la compra de testigos por ser hechos moralmente inaceptables, el país cambió y vio a Uribe privado de su libertad y vio al uribismo salir del poder por la puerta de atrás. Gramsci tenía razón al afirmar que una victoria política fue antes una victoria moral.

Las páginas de la historia están hechas para quienes tengan el valor de atreverse a escribirlas. No se construye un relato diferente replicando las mismas lógicas de siempre y ahí la dificultad enorme de transformar la sociedad. “Argentina, 1985” nos muestra a un pueblo conmovido e indignado que se decide por el futuro. La Colombia de este año camina atrás tomando notas. En el 2022 hemos dejado el miedo, los jóvenes fueron actores fundamentales para apostarle a un nuevo país, el caudillo de nuestro siglo le habla asustado a la justicia y ahora creemos que hay futuro si hay verdad. Strassera cerró su alegato contra la Junta Militar diciendo dos palabras que los colombianos podemos gritarle a nuestro pasado violento y sus protagonistas: ¡NUNCA MÁS!

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