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Con su cámara al hombro, Jesús Abad Colorado ha sido testigo del horror de la guerra en Colombia. El reportero gráfico acompañó a enterrar muertos, vio poner cruces de madera, escuchó a las víctimas y recorrió muchas carreteras. ‘Chucho’ no se pone en los zapatos de la gente que retrata, se pone en la piel.

Sus imágenes, a blanco y negro, no hablan, ellas gritan y son un testimonio. Sus fotos son un símbolo de esperanza que genera de inmediato una reflexión sobre el valor de la vida y la dignidad. A él le debemos, en gran parte, el registro histórico del conflicto armado en el país.

El documental El testigo: Caín y Abel, dirigido por Kate Horne, cuenta la vida de ‘Chucho’ y lo deja a uno sin aire después de recordar esos días oscuros. En una hora y 12 minutos se resume esa maldita violencia que se tomó las décadas del ochenta y noventa, y que no queremos que se repita.

Colorado habla muy despacio, como contando un cuento, cuando narra a ese país adolorido, baleado, con ríos de sangre y triste. En su memoria reposan esos rostros y las historias de los olvidados.

Todos, algún día, deberíamos hacer el ejercicio de escuchar sus palabras coherentes y precisas para entender los golpes tan duros que recibieron tantos pueblos y tantas familias. No podemos olvidar lo que ocurrió en Bojayá, en la comuna 13 de Medellín o en el oriente antioqueño. Hay que tenerlo presente para que no se repita porque todavía nos duele.

En Colombia no todos los testigos están muertos. Hay Jesús Abad Colorado para rato, para que siga demostrando que el periodismo narrativo, en este caso los reportajes gráficos, surgen del otro. Él es solo un testigo.

Juan Alcaraz
@Juan_AlcarazS

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