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Por estos días están pasando en el Canal Caracol la novela: “Las Villamizar”, la cual muestra la vida de Colombia en el año 1816, cuando se dio el grito de independencia (1810), pero que dejó al país en un limbo que aprovecharon los españoles para retomar el poder y cometer los más crueles abusos contra los patriotas. La historia, como la moda, es cíclica. Va y viene. Se repite constantemente y el ser humano, una y otra vez, comete los mismos errores. Tropieza una y otra vez con la misma piedra. “Lo malo no es la piedra”, dicen. “Lo malo es encariñarse con ella”. Y los colombianos somos especialistas en eso.

Se nos olvida rápido lo que nos han hecho los diferentes gobernantes que hemos tenido desde hace mucho tiempo. Se nos olvida cómo dejaron el país. Y ellos, después de desaparecer un tiempo, aparecen como adalides de la moral y censores de los gobiernos de turno o los aspirantes a la presidencia. Casos hay muchos, pero la “desmemoria colectiva” no recuerda lo que hicieron y ellos vuelven con su “cara tan lavada” y son elegidos jefes de partidos, con licencia para censurar a todo el que sea su contradictor. Si tuvieran vergüenza, no regresarían a Colombia y mucho menos dejarían escuchar la voz que el pueblo un día detestó.

Si regresaran como debería ser: con la cabeza gacha, sin opinar sobre lo que un día hicieron tan mal, estaría bien. Pero, no. Tratan de imponer criterios que ellos nunca cumplieron y dejaron el país sumido en la más profunda crisis, tristeza y desilusión.

Pero los colombianos somos así: masoquistas. Nos gusta el maltrato político, económico, social… Y, sin leer y hasta leyendo, sin ver y hasta viendo, abrimos las puertas a quien sabemos que no nos conviene, que no tiene la capacidad para dirigir y sobre todo para recuperar lo perdido.

Esa es la situación que estamos viviendo en este momento. Por creer que Gustavo Petro va a convertir a Colombia en una segunda Venezuela, algunos de los que han estado en la presidencia, varios congresistas, jefes políticos, empresarios, banqueros y ganaderos se están volcando hacia la candidatura de Rodolfo Hernández, quien ha demostrado una ignorancia de país y que cree que todo en Colombia se soluciona con la plata. Un hombre que no sabe expresar otra idea más que va a acabar con los politiqueros y que a su posesión sólo van a asistir su mamá, su mujer y el presidente del congreso para que sirva como notario. Ni siquiera se acordó de su fórmula vicepresidencial. A la que escogió con una especie de «casting», no por una comunión de ideas.  Y que no va a llenarles el “buche” de whiskey 24 años y caviar a los “lagartos” que siempre asisten a estos actos: congresistas, jefes políticos, empresarios, banqueros…

Está bien si quiere austeridad en el gasto, pero no con populismo, como el discurso que le escribieron para que leyera en la cocina de su casa. Tampoco recortando el presupuesto de la educación oficial y atacar a los maestros, que somos los que preparamos a los estudiantes para que participen en debates, foros, discursos en plaza pública y ante organizaciones de diversa índole. Y que no trabajamos 9 meses nada más. Confrontemos qué hace un ingeniero civil con lo que hace un maestro oficial de pre-escolar, primaria, secundaria y media. Y confrontémoslo con lo que hace su fórmula vicepresidencial, que creo nunca ha dictado clases en un colegio público de los niveles más difíciles. Quisiera verlos en un curso de primaria o secundaria, con más de 40 alumnos hacinados y con el calor de la Costa. Lo mismo a los maestros extranjeros que dice que va a traer para quitarle el trabajo a los colombianos. Pero él no parece tener en cuenta lo que dice ella o no la deja opinar. Además, en Colombia existe el derecho a la protesta social, para todos los ciudadanos. Y nosotros, los maestros, sindicalizados y no sindicalizados lo hacemos respetuosamente, por razones válidas, no por pereza. Y sí recuperamos el tiempo, aunque, usted, arbitrariamente diga lo contrario. De igual manera, el presupuesto para educación nacional es irrisorio. Visite las instituciones educativas urbanas y rurales. Pero no las visite por Tik Tok, ni virtualmente. Lea más. Documéntese más. Asesórese mejor. Escuche más. Viaje más a los departamentos y municipios que tiene Colombia. No todo se arregla con movimientos del brazo y sacando cuentas. Manejar un país no es fácil. No se hace con la boca y el dedo. Y, por favor, no siga estigmatizando a Fecode. No es cierto que Fecode monta presidentes, cuando varios mandatarios han desmejorado ostensiblemente las condiciones económicas y sociales de los maestros.

Para finalizar, le pido nuevamente a todos los colombianos, incluyendo a los expresidentes, sin excepción, excongresistas, congresistas actuales y electos, sector empresarial, agroindustrial, comercial y a todos los colombianos a firmar un pacto que sea realmente histórico para ver si sacamos a Colombia adelante. No seamos egoístas con nuestro país.

 ¡Qué Dios nos ilumine!

 

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