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¿Cuántas veces hemos recibido un “no” en la cara o a nuestras espaldas? Y peor aún, ¿cuántas veces después de haber hecho un esfuerzo descomunal por conseguirlo?

Estoy segura de que la estadística apuntará a que han sido más los “no” que los “sí”.

¿Por qué? No lo sé, la vida es muy rara. Es un carrusel que nunca para, no podemos parar, o bueno sí, pero esta siempre continúa girando con o sin nosotros.

Y créanme que este artículo no lo estoy escribiendo desde la posición donde acabo de recibir el “sí”. No. Todo lo contrario, decidí escribirlo mientras vivo la serie de “no” porque creo que es lo más real y genuino que nos ocurre a todos los seres humanos.

Si usted está pasando por un momento donde le dicen que no a esa oportunidad laboral, si se le cancelan los planes académicos o incluso de vacaciones después de haberlos luchado hasta el final, pues espero que pueda sentirse identificado con este artículo.

Si la resiliencia fuera tan fácil de aplicar, todos seríamos resilientes. Casi que sería parte de nosotros, se podría comprar, alquilar, o donar. Lamentablemente no es así.

Sin embargo, en estos momentos, debemos pensar que la vida se diseñó como una serie de eventos que suceden hacia el futuro, es decir, no hay vuelta atrás nunca. O bueno, me refiero a que enmendarlo como si no hubiera pasado es casi imposible. Siempre habrá un hecho al cual remitirse que ya sucedió. Y en ese sentido, debemos entender que esa estructura por decirlo así de la vida nos permite ver un antes y un después siempre. Para bien o para mal.

Hoy sucedió esto, pero mañana será otro día. ¿Qué quiero decir con eso? Que aceptemos lo que ya pasó, lo que vivimos, y sentimos, porque es un hecho innegable. Pero lo que podemos hacer y la decisión que está en nuestras manos es en cómo vamos a ver el mañana. Y no, no me refiero a los próximos años. Me refiero a mañana martes, miércoles, dependiendo de cuándo esté leyendo este artículo.

¿Es reparable eso que sucedió? Si sí, pues entonces pongámonos los pantalones y hagamos algo por cambiar esa situación. Si no, pues hacemos lo mismo pero direccionado a cómo podemos ser mejores, cómo podemos aplicar a otro trabajo, a otra oportunidad académica, cómo podemos replantear nuestro viaje. En fin.

El carrusel nunca va a dejar de girar, y la cronología de la vida es un poco despiadada, más aún sabiendo que el tiempo es un cupón con fecha de caducidad. No podemos pagar más por recuperarlo ni por extender el tiempo que nos queda en este Planeta.

¿Qué sí podemos hacer? Utilizarlo de la mejor manera posible. Es, como se dice en inglés, “the biggest asset”.

No podemos cambiar la vida, pero sí la forma en la que la vemos y nos gestionamos para hacer de nuestra subida al carrusel, el mejor viaje de diversiones posible. Disfrutemos esas vueltas lo máxino que podamos según el paisaje que tenga cada uno. Cuando estamos subidos en el carrusel, rara vez miramos el caballo de atrás porque nos mareamos. Pero sí vemos el de adelante. 

Pensemos lo así, o por lo menos intentémos hacerlo.

Nadie dijo que fuera fácil, pero nos deseo mucho a todos ustedes y a mí, que esos “Sí” lleguen pronto.

Y cuando sucedan, nos veremos nuevamente por acá.  

Los leo.

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