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Todos conocemos los efectos que genera el plástico al planeta, frecuentemente vemos campañas de comunicación para sensibilizarnos y tomar acciones sobre el uso de estos materiales; encontramos también leyes y grandes empresas promoviendo la reutilización o el no uso de bolsas de plástico, por dar un ejemplo. Estas son acciones importantes que nos permiten analizar cómo aportar al planeta y así tener un lugar donde vivir en el futuro; pero no son suficientes.

No lo son porque existen otros agentes contaminantes del planeta. Por ejemplo, la ropa o industria textil llega a ser, según especialistas, la segunda industria más contaminante del planeta. De acuerdo con indicadores de la WRAP (Organization Waste & Resources Action Program), se calcula que la ropa es responsable del 10 % de todas las emisiones de carbono en el planeta, pero además, mensualmente estamos llegando a desechar 39.000 toneladas de ropa cada año. La pregunta es ¿cómo se desecha la ropa?

Seguramente han visto las imágenes del desierto de Atacama en Chile con montañas de ropa nueva y usada que llegan allí desde diferentes lugares del mundo; y también deben recordar el derrumbe en 2013 del complejo de textil Rana Plaza, en Bangladés. Allí murieron 1138 personas, trabajadores que no estaban bien remunerados y que producían sin ningún tipo de control, ya que la idea era hacer ropa rápidamente para vender a bajo costo, es decir el “fast fashion”.

Derivado de esto y de la necesidad de cumplir las metas de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), han surgido iniciativas interesantes de moda sostenible, algunas referente a su producción, y otras relacionadas con la reutilización de la ropa. En Colombia, la industria textil y del cuero representó 8,6 % del PIB en 2021, de acuerdo con el DANE. Inexmoda, Raddar y Sectorial registraron que, el año pasado, el gasto de los hogares colombianos en moda ascendió a $27,7 billones, un 21 % más que el mismo período de 2020. En comparación con 2020, en 2021 la producción de toda la industria creció en 15,1 % y las ventas aumentaron 16,1 %. En cuanto al empleo, el sector creció 16,2 %, según la ANDI.  Son datos interesantes que nos permiten decir que este sector aporta positivamente a la economía del país y sugiere un músculo financiero para crear iniciativas que reduzcan su propio impacto en términos sociales y ambientales.

Es ahí donde tenemos que hacer foco. Primero, en nuestras costumbres. Afortunadamente la pandemia del Coronavirus nos permitió repensar y concientizarnos sobre dónde y qué queremos consumir, pero además, qué empresas cambiaron el chip y ahora ofrecen soluciones consientes para que vayamos a comprar. Segundo, en iniciativas diferenciales. Los problemas son oportunidades, y por ello, contrarrestar la contaminación generada por la ropa, se convierte en una oportunidad para crear iniciativas de reciclaje, reutilización y sensibilización.

Un ejemplo de esto último es Costurero Lab, un emprendimiento que trabaja bajo los modelos de la economía circular: recoge, reutiliza y sensibiliza a la sociedad con sus ropavejeros. Su campaña apenas comienza, pero desde ya promete ser un factor diferencial para nuestra sociedad, economía y medio ambiente. No obstante, estas iniciativas no pueden caminar solas, se requiere un papel protagónico del Estado, para que se apoyen los emprendimientos sostenibles y que se diseñen leyes que, desde la moda, permitan beneficiar las comunidades.

Yo hago muñecos con la ropa inservible, y ustedes ¿Cómo aportan al planeta para tener un lugar donde vivir en el largo plazo?

Los leo.

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