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Durante los últimos años en Colombia y el mundo el conjunto general de miembros de las sociedades que no ha tenido relación alguna con el Gobierno, academia de alto nivel o entidades de cooperación (llamémoslos los ciudadanos de a pie), han mantenido estrechamente relacionado el concepto de pobreza con personas que viven en esta situación por estar privadas de los suficientes recursos económicos para vivir una vida mínimamente digna, por ende se ha entendido socialmente como un problema económico que impide adquirir aquello que satisfaga las necesidades básicas como la alimentación, la educación, salud, vivienda, ocio, etc.

Y si se queda netamente en un problema económico (los ciudadanos de a pie también luchan en su día a día a escalas semejantes o superiores), ¿cómo no van a terminar pensando en que la única forma de ayudarles a los pobres es donándoles algo de lo que les llega a sobrar de su propia lucha económica personal? Que por supuesto es importante y digno, pero no trae soluciones de fondo.

Hoy en día, el concepto de pobreza se ha llevado a un concepto multidimensional por parte de entidades líderes en estos temas como las Naciones Unidas, inspirados en conceptos como los del Nobel de Economía Amartya Sen, que define la pobreza como “un nivel reducido de las capacidades básicas de un ser humano para alcanzar determinados niveles mínimamente aceptables de bienestar de vida”. Ya no es un asunto netamente económico, más bien es un asunto multidimensional en el cual se buscan los mejores medios posibles que permitan a un ser humano desarrollar todo su potencial personal y, consecuentemente, tener las herramientas para salir de la pobreza. Imaginemos al ser humano recién nacido como una semilla que carga todo un potencial para convertirse en un gran árbol que da frutos, pero la semilla debe plantarse en un ecosistema óptimo, con tierra fértil, deber recibir sol, agua y nutrientes para romperse y florecer. La pobreza, más que un problema netamente personal o económico, es un problema ecosistémico de todo aquello que gira alrededor de esa persona desde su nacimiento.

Entonces, si debemos irnos al ecosistema alrededor de una persona o conjunto de personas para ayudarlos a salir de la pobreza, ¿no es obvio que Colombia aún sea un país pobre e inequitativo? Obviamente los políticos se roban más del 25 % del presupuesto nacional, según investigaciones de la Contraloría, recursos que debían destinarse a satisfacer necesidades básicas de los más necesitados, pero mejor ingresemos al fondo que no vemos: tenemos un modelo educativo arcaico en el que los niños y jóvenes se sientan 8 horas diarias a repetir como loros la “verdad” que enseña un maestro y que en muchos casos ni les gusta ni la van a usar en sus vidas, ni les aclara un sentido real de vida para enfocarlo luego en la universidad y en el trabajo, y terminan haciendo algo que ellos o la familia creyeron que era lo ideal porque “eso da plata”, en vez de incentivarlos desde muy pequeños al desarrollo de su curiosidad creativa y de sus gustos personales de manera más libre, a través de la investigación, las artes, o el desarrollo de emprendimientos sencillos sobre los temas que verdaderamente les apasionen, o entenderse a sí mismos de manera más holística para poder definir su verdadero sentido de vida en este mundo, como hacen los japoneses con el método Ikigai.

También pasa lo mismo en el ámbito universitario y laboral, donde la ley social y el estándar educativo dice que si eres juicioso y luchas con un cartón bajo la manga, conseguirás un empleo seguro y estable y te pensionarás, entonces salen millones de ovejas a pelear por empleos que no existen. ¿No sería entonces más efectivo que el estándar social y educativo fuera que seas juicioso, emprendedor y te enseñen desde pequeño a crear valor a partir de lo que te apasiona, que tenga oportunidades en un libre mercado y que se requiera para mejorar el mundo en que vivimos, y así tener más creadores de los negocios y empleos que se necesitan en vez de buscadores? Aquí nos enseñan a que otro nos dé hasta el trabajo. El empresario y emprendedor actual en Colombia es hijo de empresarios/emprendedores o una excepción a la regla de los buscadores de empleo.

Se debe invertir esta balanza y para invertirla necesitamos la ayuda de los empresarios y emprendedores exitosos, porque son quienes saben cómo crear valor. Los políticos del Gobierno no tienen idea de cómo crear empleos, ya que ellos no crean empresas sostenibles más que las de papel para amañar sus contratos, por ende es estúpido pensar que alguien que no sabe hacerlo va a liderar la creación de una nueva economía próspera. Y es aquí donde aparece el concepto de Negocio Social, creado y desarrollado en India por el Nobel de Economía Mohammad Yunus, el cual me parece una oportunidad genial, sencilla de entender y poderosa para ayudar a sacar a Colombia de la pobreza de manera efectiva y sostenible.

El Negocio Social es una tercera alternativa a la tradición actual de los negocios que buscan maximizar sus ganancias y generar dividendos a sus dueños, y de las organizaciones sociales tipo fundaciones y ONGs que a través de donaciones ayudan a los más necesitados; por supuesto ambos modelos actuales son importantes y se deben mantener. El Negocio Social es una empresa que busca solucionar una problemática social específicamente definida mediante métodos de negocio, apoyándose en las potencialidades de aquellos a quienes piensa solucionarles la problemática. Esta empresa debe ser sostenible para cubrir sus costos y NO genera dividendos para sus inversionistas y dueños. Estos solo pueden recuperar el costo de lo invertido y las ganancias se usan para expandir el negocio y ahorrar frente a imprevistos. Grameen Bank, el banco de los pobres creado en India por Mohammad Yunus, es un ejemplo de un Negocio Social.

¿Y cómo podrían los empresarios colombianos, quienes tienen el conocimiento sobre materializar negocios sostenibles, crear, aparte de sus empresas, Negocios Sociales que contribuyan a erradicar la pobreza? Puede funcionar en todos los sectores y dependerá de la creatividad del susodicho, pero vámonos a un ejemplo.

Supongamos que una empresa líder reconocida en el turismo como Aviatur quiere crear y apoyar un Negocio Social bajo el segmento de negocio que ya conoce. Identificamos un potencial fenomenal para realizar actividades de ecoturismo sostenible en el Páramo de Sumapaz, liderado por mujeres en situación de pobreza de la comunidad de Usme en Bogotá que viven junto al Páramo y lo conocen, y además se identifican sus principales vulnerabilidades para seguir en la trampa de la pobreza como los embarazos prematuros y la falta de recursos para acceder a educación universitaria. Aviatur podría crear este Negocio Social, cuyo objetivo social sea garantizar que las mujeres jóvenes vulnerables de Usme superen riesgos de embarazos prematuros y tengan ingresos atractivos mediante la guianza y recuperación ambiental a través del ecoturismo al Páramo de Sumapaz, en donde parte de estos recursos van a un fondo universitario para ellas mismas.

Aviatur invierte (en vez de donar, es decir regalar) en los estudios de la estructuración del modelo de negocio, en la capacitación de las mujeres de Usme que les apasione el tema del ecoturismo sostenible y en la ejecución exitosa del negocio, en cursos de inglés, en una plataforma digital para que turistas interesados puedan hacer reservas, y en el marketing necesario para llegar a clientes potenciales como los visitantes extranjeros que buscan experiencias culturales autóctonas, e incluye encargados en la Junta Directiva del Negocio Social junto a los miembros de las mujeres de Usme que vayan a gerenciar.

El negocio debe ser sostenible, de tal forma que cubra todos los gastos y sueldos de las mujeres, y Aviatur recupere solamente su inversión, más no obtenga dividendos. Las ganancias de la empresa deben enfocarse a programas de empoderamiento femenino y educación sexual para evitar embarazos prematuros, y en fondos de apoyo para estudios universitarios de las mujeres guardianas ambientales del Páramo en este Negocio Social.

El éxito de este modelo empresarial, además de su sostenibilidad, se medirá por el número de mujeres que al año hayan superado estas vulnerabilidades y, una vez se gradúen apoyadas por los recursos del fondo educativo, pueden darle la oportunidad a que una nueva mujer más joven acceda al programa de la empresa. De esa forma ni Aviatur les regaló algo a los pobres, ni los pobres se sintieron con la necesidad de pedir algo regalado. Se les invirtió y recuperó únicamente los recursos requeridos para el arranque (recursos que antes se regalaban a través de donaciones o programas de Responsabilidad Social Empresaria), se les enseñó por parte de quienes saben, se les empoderó, se les creó alrededor un nuevo ecosistema sostenible de oportunidades y se les mostró que nuevos caminos de emprendimiento y negocios conscientes son posibles.

Ahora imagínense multiplicar el modelo en todos los páramos del país, con cientos de empresas ancla o multiplicarlo en cientos de sectores diferentes al turismo. Lo que más necesitamos para sacar a Colombia de la pobreza y dirigirla hacia el bienestar es que los ciudadanos dejemos de depender de los políticos y creemos acciones innovadoras entre nosotros y el sector privado para solucionar nuestro amado país. Es una tarea titánica, pero debemos iniciarla ya, y si quieres unirte a una iniciativa como esta y ayudarnos a materializar esta idea de Negocio Social que planteo en el ejemplo como empresario que eres, o como voluntario, puedes buscarnos en Instagram como @innovacionciudadana o al e-mail innovacionciudadana@outlook.com y aportar tu grano de arena de manera efectiva.

¡Colombia necesita la ayuda de más personas como tú!

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