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La reciente conmemoración del llamado descubrimiento de América, merece una reflexión dirigida para quienes culpan a España y su llegada al continente americano, como la responsable de todos los males políticos, sociales y económicos que después de 200 años de supuesta independencia todavía no se resuelven y, por el contrario, parecen empeorar cada día. Por ello, imaginemos en un ejercicio contrafactual que fueron los ingleses quienes desembarcaron el 12 de octubre de 1492 en las Antillas del Mar Caribe.

Como primera consecuencia, las mismas epidemias que trajeron los españoles también hubiesen llegado pero esta vez por medio de los navegantes ingleses, causando el mismo impacto demográfico con la muerte de cientos de miles de indígenas que no tenían defensas naturales contra estas nuevas enfermedades. Hasta allí todo igual, continuaría el establecimiento de puertos comerciales administrados por compañías mercantes que, con sus barcos, se encargarían de transportar a Europa los nuevos productos como el cacao, el tabaco, la papa o el maíz. Naturalmente, los ingleses, al ver las enormes riquezas de oro y plata hubiesen acometido mediante el empleo de la violencia, la captura de la mayor cantidad de metales preciosos. Así mismo, los famosos conquistadores Hernán Cortés y Francisco Pizarro, habrían sido sustituidos por los ambiciosos piratas ingleses Walter Raleigh, Thomas Cavendish, John Hawkins o Francis Drake, quienes igualmente por la vía militar, habrían liquidado a los imperios Inca y Azteca.

Sin embargo, es en el proceso de colonización del continente americano, donde se empieza a encontrar una enorme diferencia entre lo que fue la experiencia española y la que hubiese sido la inglesa. Los primeros nacimientos de mestizos se registraron pocos años luego de la conquista, muchos de los españoles recién llegados, contrajeron nupcias con las hijas de la nobleza indígena, lo que les permitió legitimarse ante la población nativa, que paso de ser súbdita del monarca Inca o Azteca a ser vasallo del Rey de España. Igualmente, la religión católica fue el eje de la colonización, y sirvió para que una vez completada la conquista del territorio, se llevará a cabo exitosamente la conquista espiritual del indio.

En la América conquistada por Inglaterra, la religión católica habría sido sustituida por oleadas de radicales protestantes que prohibían terminantemente el mestizaje, y la supuesta barbarie de los juicios de la Inquisición habría sido reemplazada con la muerte de cientos de mujeres y hombres acusados de brujería. Seguramente quienes lean esta columna y quien la escribe no existiríamos, ya que la prohibición del matrimonio multirracial estuvo vigente en Estados Unidos hasta bien entrado el siglo XX. Esto se hace más visible en cifras, ya que la población mestiza de América Latina llega en algunos países a aproximadamente el 90 por ciento, comparada al 10 por ciento que existe actualmente en los Estados Unidos. Por lo cual, oleadas de migrantes europeos hubiesen provocado la expulsión y la guerra contra los indios hasta llevarlos a su desaparición. Esta guerra contra los pueblos nativos se llevó a cabo en Estados Unidos y Argentina, en ambos casos, la población indígena se redujo a la cifra actual del 2 por ciento. Por el contrario, la población indígena de países como México y Perú, donde se llevó a cabo la supuesta sangrienta conquista de América, es paradójicamente, donde existe la mayor presencia de población nativa llegando a casi un tercio del total de su población.

Este análisis no busca legitimar o justificar lo sucedido en el pasado, pero si pretende enseñar a quienes desde la ignorancia condenan y juzgan la herencia española en el continente, creyendo que con la llegada de los ingleses todo hubiese sido mejor. Basta mirar el legado de la colonización inglesa en la India o en los países africanos para ver cual hubiese sido nuestro destino. La historia es un aprendizaje, no un juicio o rechazo a la esencia de nuestra propia identidad y cultura, creyendo que la culpa es de quien vivió en el pasado y no de quien tiene la responsabilidad de construir y mejorar el presente.

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