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La narradora observa Cartagena, su ciudad natal, desde el alfombrado blanco de Nueva York. Reconoce que no puede responder muchas preguntas ni explicar lo que ocurre en su lugar de origen. Los extranjeros que conocen Cartagena le hablan de una ciudad diferente, glamurosa, de postal con fotos de la muralla. Pero ella no reconoce ese relato miope del que se aleja sin ganas de volver. En busca de un horizonte, pasa por Barranquilla, Bogotá y otros rincones del mundo, pero la vida la devuelve por el efecto de la nostalgia y de los ciclos que nacen y mueren.

La personalidad de los pelícanos, de Teresita Goyeneche, es una crónica que intenta descifrar la naturaleza de Cartagena a partir de una comparación —heredada del padre— con los pelícanos. La autora investiga y escribe para desvirtuar la comparación, pero la realidad local, sumida en un sistema de corrupción al servicio de los clanes políticos tradicionales, le hace difícil el trabajo. La pasarela de las administraciones distritales, desde que los alcaldes son elegidos popularmente, ha estado a medio camino entre el Palacio de la Aduana y la cárcel.

La subjetividad del texto está atravesada por los recuerdos de su infancia en un barrio de clase media (Pie de La Popa), y por los quiebres que introducen a su imaginario, durante la adolescencia de los amores pioneros, la aspereza de la situación económica y racial de la ciudad. Mientras los turistas recorren el centro amurallado a caballo, el mercado de Bazurto hierve entre el pescado y la fruta descompuesta. Mientras el núcleo histórico es habitado por las flores de las casas coloniales, la champeta nace para aliviar a los oprimidos por el color de su piel.

Las dualidades de opulencia y miseria, privilegio y segregación, son las heridas que expulsan de su ciudad a la autora, pero también los imanes de la reflexión que la atraen de vuelta. Por medio de una prosa íntima y cargada de anécdotas, Teresita Goyeneche se empeña en evidenciar la ceguera inherente al imaginario fantasioso sobre Cartagena, y en demostrar que los pelícanos no son aves de carroña.

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