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El pasado 26 de mayo un misil ruso le pegó a un hospital en Dnipro, en el este de Ucrania, en medio de la batalla por la ciudad de Bakhmut. Hubo dos muertos, y treinta personas resultaron heridas.

De acuerdo con un reporte de la revista médica “The BMJ” (antigua British Medical Journal,) a febrero 23 de este año más de 700 ataques a hospitales, a empleados de la salud y a la infraestructura médica, habían sido reportados en Ucrania desde el inicio de la guerra. Es un semanario publicado en el Reino Unido por la Asociación Médica Británica desde 1840.

Reportaron que en promedio se produjeron dos ataques diarios -cifra que incluye bombardeo a hospitales, a ambulancias, y torturas a personal médico- entre febrero 24 y diciembre 31 del 2022. En total, 292 ataques afectaron, o destruyeron totalmente, 218 hospitales, 181 a la infraestructura de la salud -como farmacias o centros de sangre- y 65 ambulancias. Hubo 62 muertos y 52 heridos entre el personal de la salud, sin contar los que fueron utilizados como rehenes u obligados a trabajos forzados.

Casualmente, ese día estaba yo chateando con una inquieta funcionaria de un centro de llamadas. Me imagino que al tener acceso a mis apellidos, y seguramente a mi edad, me preguntó si podía ayudarle a despejar una duda. Se refería a que pensaba que Rusia era quien había comenzado la guerra, contrariamente a la opinión generalizada en su entorno.

Al recordar una nota que había escrito para Portafolio, me animé a aportarle mi granito de arena con respecto a ese complejo dilema.

Chechenia
Durante la segunda guerra de Chechenia, en agosto de 1.999, y apenas un mes después de asumir el poder, el actual presidente de Rusia reinició los bombardeos contra sus conciudadanos en esa región, con el fin de vengarse de la humillación sufrida en la guerra anterior. Este segundo episodio fue brutal igualmente, pero mucho más efectivo, hasta el punto que sus fuerzas asumieron el control de la totalidad del territorio en muy pocos meses.

De acuerdo con un relato del señor David Von Drehle del Washington Post, cuando su capital Grozni estuvo reducida a un puñado de habitantes, las fuerzas rusas les ofreció un salvo conducto, pero las atacó en la vía de salida. Una vez convertida en cenizas, escribe, la ciudad fue declarada por la ONU como “la más destruida de la tierra.” Mucho me temo que por estos días ya cedió ese honor.

Siria
“Ningún Lugar Es Seguro para el Sistema de Salud,” es el título de un estudio elaborado por la organización Médicos por los Derechos Humanos (PHR por su sigla en inglés,) en asocio con la Sociedad Médica Sirio-americana. PHR es una entidad no gubernamental sin ánimo de lucro creada en 1986 con sede en Nueva York.

Entre otros objetivos, esta organización busca documentar científicamente atrocidades y violaciones graves a los derechos humanos. Compartió el premio Nobel para la Paz en 1997 por su trabajo en la prohibición y erradicación de las minas antipersonales. En la guerra de Siria, había documentado 601 ataques deliberados a 350 facilidades médicas a partir de 2011.

Según el estudio, entre junio del 2015 y marzo del 2021 las fuerzas del gobierno de este país, en asocio con fuerzas rusas, bombardearon seis veces al sistema de salud en “al-Atareb,” importante centro comercial cerca de Alepo, su segunda ciudad, cercana a la frontera turca. Al estar ubicada cerca de la línea de combate, es de vital importancia para los desplazados.

Al apuntar “deliberadamente” a los establecimientos de salud, buscan propiciar enormes desplazamientos poblacionales, explican. Es un arma “devastadoramente efectiva” para aterrorizar a la población, para quebrar su voluntad, y aplastar su moral. “Estos ataques han transformado las facilidades médicas en espacios mortales, y han decimado el sector de salud a través de todo el país.”

Y en la misma forman como disponen de armamento de alta precisión, me imagino que los dispositivos antiguos les sirven para rociar indiscriminadamente ciudades.

Ucrania
Sin pretender ser un experto en el tema, el siglo XVII puede ser un punto de partida, época en la cual la región que este país hoy ocupa fue repartida entre Rusia y Polonia, pero pronto absorbida por el imperio ruso. A pesar de las circunstancias, se desarrolló un nacionalismo ucraniano, y gracias a la revolución rusa de 1917 nació lo que fue bautizada como la República Popular de Ucrania.

Los bolcheviques, que consolidaron pronto el control del antiguo imperio, crearon en 1922 la República Socialista Soviética de Ucrania, como parte de la Unión Soviética. A raíz de la disolución de esta en 1991, Ucrania logró su independencia, y se declaró como país neutral.

De acuerdo con el libro “Lessons from the Edge” de Marie Yovanovitch -embajadora de Estados Unidos en Ucrania entre 2016 y 2019, y reemplazada a raíz de los conflictos creados por Trump y su emisario personal Rudy Giuliani- muy poco había cambiado 10 años después de su independencia. Cero transparencia, cero rendición de cuentas por parte de los funcionarios públicos ante los electores. Los antiguos jefes del partido comunista se mantenían firmes en el poder, gracias a los privilegios que siempre habían tenido.

Bajo el largo gobierno del presidente Kuchma, antiguo miembro de ese partido, la corrupción institucional que había imperado durante toda la era soviética continuaba latente. Describe la exembajadora el método de “justicia telefónica,” mediante el cual el gobierno de turno ordenaba a los fiscales y a los jueces las medidas a tomar en contra sus adversarios.

Winter on Fire
A partir de Noviembre del 2013, se produjeron en Kiev, su capital, manifestaciones populares pacíficas en la Plaza de la Independencia Maidán. Pedían la dimisión del presidente Viktor Yanukovych, quien había prometido un acercamiento con la Unión Europea, pero que una vez tomó el control total del país negoció en secreto su alianza con Rusia. En el documental “Winter on Fire” que se encuentra en Netflix con subtítulos en español, puede verse la reacción del Berkut, aquella fuerza especial del Gobierno “-armada con bolillos no de plástico sino de acero-” contra un pueblo que, enfrentado a la prohibición de usar cascos anti-golpes y antibalas, recurrió a cacerolas. Policías chechenos, de tiempo atrás ya adoctrinados, estaban igualmente presentes.

Finalmente, el 22 de febrero del 2014 Yanukovych se fugó a Rusia durante la madrugada. Ucrania eligió democráticamente un nuevo gobierno, pero muy pronto Rusia, unilateralmente, se anexó Crimea a la fuerza.

De existir algún reparo contra los ucranianos, podría yo citar cuando marcaron con letras gigantes la palabra “NIÑOS” en el auditorio de Mariúpol, donde más de mil personas, entre ellos muchos menores, se habían resguardado. Fue tal el impacto en esa ciudad, que nunca se podrá determinar el número de víctimas.

Y otro, quizás, el no haber pensado que los hospitales deben ser subterráneos, tal como ya lo hacen en Siria.

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