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Recientemente estuve leyendo varios artículos en LinkedIn sobre la importancia que tiene el hecho de concentrarnos en nuestra visión y no en la de los demás.

¿Cuántas veces no dudamos en tomar una decisión solo porque alguien más nos dijo lo contrario o no nos mostró una cara de aprobación?

¿Cuántas veces nos hemos encontrado con gente que cree saber qué es lo que nos conviene por encima de lo que nosotros queremos?

A veces pienso que es mejor quedarnos callados si no tenemos nada bueno que opinar sobre los demás.

Imponer nuestra opinión sobre la del otro es sinónimo de toxicidad.   

Hasta donde recuerdo de mis clases de derecho (que fueron varias), en ninguna ley, concepto, doctrina o jurisprudencia, dice que haya unas opiniones que sean mejores que las otras.

Así como dice Tatán Mejía en Masterchef: ni tu visión es mejor que la mía ni la mía es mejor que la tuya.

Y ojo con esto, no podemos volvernos personas complacientes todo el tiempo porque comenzamos a crear una bola de nieve en donde nuestro criterio se va perdiendo. Es decir, nos volvemos menos asertivos a la hora de tomar decisiones. Y esto sí que es grave…

A todos nos ha pasado que llega una determinada persona a decirnos frases como las siguientes:

“Yo creo que tú no deberías usar esto. No te queda bien”.

“Me parece que debes participar más porque si quieres llegar a ser alguien y crecer, debes involucrarte”.

“¿Y tu maestría para cuándo?».

«¿Y qué más piensas hacer por tu carrera?».

Mejor dicho, puedo seguir durante horas escribiéndoles ejemplos no tan agradables de los típicos comentarios que escuchamos a diario (de esos que ni con un vaso de agua te los pasas).

Personas tóxicas siempre habrá, eso está claro. Pero está en nosotros mismos tener el suficiente criterio para saber qué absorber y qué liberar de cada comentario. Y cuando hablo de liberar, me refiero hacerlo de manera inmediata.

Me devuelvo al punto donde hablo de la complacencia y les dejo un par de recomendaciones:

  1. Nadie lo conoce a uno mejor que uno mismo por más de que sea la persona que convive 24/7 en nuestra casa. Cada quién conoce sus límites, sus anhelos, sus más grandes deseos, hasta dónde puede llegar, etc., etc. No dejemos que nadie nos haga creer que tiene potestad sobre nuestros pensamientos y mucho menos sobre el destino de nuestra vida.
  2. El ser asertivos sí se va perdiendo cada vez que le damos paso a otra persona de manipular directa o indirectamente nuestras decisiones.

Piénselo así: cada vez que usted suelta un poquito las riendas de su vida, alguien más va a tomarlo como una oportunidad para controlarlo(a) de alguna u otra forma.

3. La intuición propia del ser humano no falla. Ese sexto sentido que todos tenemos para tomar una decisión en determinado momento es un don supremamente valioso que no podemos ignorar.

4. Recordemos que la vida la debemos vivir bajos nuestros propios lentes para poderla disfrutar al máximo. Los errores los asumimos nosotros al igual que las decisiones que tomamos de manera acertada. Y con esto no quiero decir que no tomemos consejos o las lecciones aprendidas ajenas, pero tengamos siempre presente la dosis adecuada para apropiarnos de ellas.

5. No todo el mundo tiene las mejores intenciones. Habrá casos donde la envidia, los celos y el rencor envuelvan a esos llamados “consejos del alma”.

6. No busquemos la aprobación y la motivación en los demás porque puede que nunca llegue. La barra de porristas la creamos nosotros mismos antes o después de una victoria.

Yo personalmente celebro cada pequeño logro por más tonto que parezca, porque al final del día sé que nadie más lo va a hacer por mí.

Y claro está, esto es solamente mí opinión, cada quién tomará lo que le sea útil de este artículo.

Es decir, representa ese 1% que nos faltaba. 

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