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El paro del 21N fue multitudinario. No fue de las centrales: fue de la sociedad entera. (Foto Archivo El Tiempo)

El paro del 21N fue multitudinario. No fue de las centrales: fue de la sociedad entera. (Foto Archivo El Tiempo)

Una cosa es que las Centrales Obreras hayan convocado a un paro y otra que sean las ‘dueñas’ de las multitudinarias manifestaciones que hemos visto en el país.

Lo que quedó en evidencia el 21 de noviembre, con la protesta hasta las 4 de la tarde y el cacerolazo de la noche, es que esta vez no solo protestaron los miembros de los sindicatos, sino que lo hizo la propia sociedad, por sí misma, sin necesidad de ser convocada, sino aprovechando aquel momento de efervescencia para gritar su descontento, no solo con el Gobierno, sino con lo que está pasando en el país.

Este paro no tiene dueños. Y eso es lo que lo hace más difícil para el Gobierno, porque no se sabe con qué líderes o con cuántos hay que hablar para escuchar lo que quieren decir.

Lo único que podemos asegurar sin equivocarnos, es que se trata de una sociedad cansada de lo que pasa año tras año, gobierno tras gobierno, que quiere que cambie el rumbo del país.

Hay que hablar de tres o más momentos para entender esto. El primero, es la marcha del 21N. La del día, la que llegó a la plaza de Bolívar con cánticos, arengas, pancartas, gritos, la que cantó el Himno Nacional allí, con el corazón queriéndose salir del pecho, la que le demostró al Gobierno que la sociedad colombiana se cansó y quiere que la escuchen, que haya cambios, que se forje un mejor futuro.

El segundo momento fue el que ocurrió después de las 4 de la tarde. El de los vándalos. Apenas habían terminado de cantar los manifestantes pacíficos el Himno Nacional en la Plaza de Bolívar, cuando los violentos, que no son marchantes, los que ahora reporta el programa Testigo Directo que son pagados, decidieron atacar, prender fuego, lanzar piedra y tratar de hacerse noticia, porque los medios, en las manifestaciones, se quedan con los reportes de los desmanes, que apagan los gritos de cambio que quiere la sociedad.

Los violentos siempre querrán ser la noticia. Y los medios caen en su trampa. Se vuelven noticia los vidrios rotos, los heridos o los establecimientos saqueados y los inocentes manifestantes se quedan opacados por esos pocos cuyo único propósito es hacer de la violencia noticia y tratar de desestabilizar la democracia, algo que jamás podrán hacer.

Pero esa noche, la del 21N, habría de cambiar la historia. Alguien dijo en las redes que hicieran sonar sus cacerolas como rechazo a la violencia. Pero otros dijeron que lo hicieran, si sentían indignación. El hecho es que Colombia sintió en sus venas ese día que la sociedad entera, fuere de donde fuere, sin distingos de raza, política o religión, decía ¡no más!

Todos lo escuchamos. Un estruendo de un país que ya dice ¡no más! No es el país de las centrales obreras, ni la de los estudiantes, ni la de los trabajadores. Es el país entero que quiere un cambio.

Y es a este último país, el de la no violencia, el de la indignación, el del deseo de un mejor futuro, al que hay que escuchar. Ya sabemos qué es lo que piden, porque lo dijeron a gritos en las marchas, pero no sabemos el cómo hacerlo. Y es sobre ese ‘cómo’, que debe haber un diálogo. Pero debe ser inteligente. Debe ser una conversación en la que se escuchen propuestas. Y en esas marchas hay muchos cerebros inteligentes que pueden aportar.

Pero esto se trata de una conversación y de una acción. El Gobierno debe actuar de inmediato. Ya no más diagnósticos. Se necesitan respuestas y realidades. El pueblo lo que está pidiendo son soluciones. Y hay que darlas de inmediato.

Pero lo que no puede ocurrir es un espectáculo como el que dieron miembros de los sindicatos cuando llegaron a hablar con el Presidente de la República. El presidente de Fecode dijo de una vez que hay dos inamovibles: el desmonte del holding financiero y que se acabe el Esmad. ¡No mencionó ni una sola petición de los educadores o de los estudiantes! Para él, los mayores problemas son los que expresó.

El presidente de la CGT llegó hablando de negociación. ¿Cuál negociación? Si de lo que se trata es de corregir el rumbo del país, no hay que hacer negociaciones. Hay que proponer ideas. Y desde ese momento las centrales obreras han dicho que no habrá diálogo sino negociación. Y por eso es que no han dejado avanzar.

Las centrales obreras saben que su poder de negociación se ha venido a menos desde hace décadas. Apenas lo han logrado hacer para el salario mínimo. Y ahora, porque los colombianos quieran cambios, no quiere decir que es que estén obedeciendo a esas lánguidas centrales obreras.

No hay que equivocarse. Aquí está hablando el pueblo. Y tampoco es cierto que sea el de izquierda. Ni siquiera el señor Petro puede atribuirse el paro, o la vocería de este, por más que esté tratando de reivindicarlo.

Mucho menos tienen razón la vicepresidenta y los otros que dicen que son fuerzas externas las que están tratando de derrocar al Gobierno. La salida en falso de la ministra del interior al decir que #nopudieron deja ver un pobre análisis de lo que realmente está pasando en el país.

Este es el momento de la grandeza. De entender que quienes se levantaron en las calles son hombres y mujeres del común que no siguen un libreto y que en realidad están indignados. Con la derecha o la izquierda o la de centro o la que sea, están indignados. Y esa indignación hay que canalizarla hacia acciones que en realidad hagan sentir al pueblo que tienen un gobierno, que tienen un futuro.

Pero que no vengan aquí las centrales obreras a tratar de resurgir de entre las cenizas y a proponer inamovibles y negociaciones. No señor. Aquí lo que debe haber es una conversación, lo más amplia posible, no con los líderes de los sectores sino con sus bases, a lo que debe seguir una serie de acciones que en realidad solucionen por lo menos algunos de los asuntos que gritan en las calles esos corazones que aman a Colombia, pero que quieren que vaya por un rumbo de prosperidad y no hacia un incierto abismo de arrogancias políticas y de protagonismos de aquellos personajes de los que ya está cansado la sociedad.

Es el momento de remar todos, hacia adelante, con amor de Patria y sin tratar de pescar en río revuelto.

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